Informe Especial Eco-Negocios
Hace cinco años, Singapur se propuso triplicar su producción de alimentos para 2030. Ahora, la producción sigue siendo baja, mientras que la rentabilidad parece una quimera para muchos agricultores. ¿Qué salió mal y cómo podemos volver a encarrilar el impulso de la tecnología agrícola?
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En un almacén de techos altos aproximadamente a un kilómetro del aeropuerto de Singapur, lo que se convertirá en la granja de hortalizas cubierta más grande de la isla está aumentando silenciosamente su producción.
Con imponentes tuberías metálicas serpenteando a lo largo de los pasillos, el espacio de 8.000 metros cuadrados podría confundirse fácilmente con una instalación de industria pesada, si no fuera por el tono púrpura que ilumina el interior, donde 16 capas de bancos apilados están listos para recibir plántulas a través de un cinta transportadora.
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Desde sembrar microvegetales, hierbas y vegetales para ensalada hasta asignarlos a zonas climáticas óptimas para el crecimiento, casi todo en la granja (construida y propiedad de la firma agrícola holandesa Growy) está automatizado, un ejemplo de la visión de Singapur de un sistema alimentario altamente eficiente. panorama de producción.
A plena capacidad, la granja podrá producir hasta 500 toneladas de hortalizas de hojas verdes al año. Esto podría respaldar el objetivo de Singapur de satisfacer localmente el 30 por ciento de sus necesidades nutricionales para 2030, que necesita un impulso masivo.
Cinco años después de que se anunciara el ambicioso objetivo “30 por 30”, la cifra de autoproducción de alimentos se ha mantenido por debajo del 10 por ciento. Esto a pesar de que están surgiendo docenas de nuevas empresas agrícolas, muchas de ellas respaldadas por subvenciones gubernamentales. La producción de verduras y mariscos –dos tipos de alimentos clave– ha disminuido, mientras que algunas granjas de alto perfil han cerrado sus negocios.