“Dido of Idaho”, una comedia poco convencional de Abby Rosebrock en la Echo Theater Company, toma un giro sorprendentemente oscuro. Hay otras sorpresas reservadas para el público, pero la violencia que ocurre a mitad de la obra es aún más intensa por el humor extravagante que precede y sigue a esta atrocidad inesperada.
En el centro de la historia se encuentra Nora (Alana Dietze), una musicóloga de 32 años que no tiene un puesto fijo en la profesión y tiene problemas de autoestima y de bebida. Está atrapada en un romance inútil con Michael (Joby Earle), un profesor de inglés casado de la Universidad de Idaho cuya sensibilidad puede hacer que sea difícil ver lo manipulador que puede llegar a ser.
Lleva un tiempo prometiéndole a Nora que va a dejar a su mujer, pero algo siempre le impide dar ese paso trascendental. Nora empieza a preocuparse de que la estén engañando, pero Michael tiene una forma de convencerla de que deje de sospechar. Ella quiere creer en su bondad, pero el verdadero problema es que no puede imaginar su triste y penosa vida sin él.
La obra, presentada en forma de ciclo en una producción característicamente vibrante de la Echo Theatre Company bajo la aguda dirección de Abigail Deser, comienza con Nora y Michael en la cama escuchando un aria de la ópera de Henry Purcell “Dido y Eneas”. Esta pieza musical no presagia nada bueno para el futuro de Nora. El amor de Dido por Eneas, por supuesto, termina trágicamente, cuando Dido se suicida después de que su amado la abandona para cumplir su destino como fundador de Roma.
Michael, el galán del departamento de inglés que satisface sus ansias artísticas publicando cantos extensos, no está destinado a alcanzar tal grandeza. Pero la pasión de Nora es tan obsesiva como desequilibrante.
Lo que sucede en “Dido de Idaho” a veces pone a prueba la credulidad. Por poner un ejemplo, Michael deja a Nora sola en la casa que comparte con su esposa para que ella pueda encontrar su ropa interior mientras él se escapa a dar clases de poesía a los presos. ¿Un adúltero empedernido, que se preocupa por mantener sus mundos separados, dejaría a su amante rienda suelta en su otra vida?
Nora no es precisamente un modelo de estabilidad o decoro. En cuanto Michael se va, ella hurga en el apartamento, abre otra botella de vino y se desmaya en la cama en la que acaban de pasar unas horas haciendo el amor. Cuando Crystal (Nicole DuPort), la esposa de Michael, radiactivamente alegre y ex finalista del concurso de belleza Miss Idaho, llega a casa y encuentra a una extraña mujer desmayada, la situación no se desarrolla como cabría esperar.
Rosebrock escribe con la extraña lógica de los sueños. Emocionalmente, la acción de “Dido de Idaho” suena verdadera incluso cuando los puntos de la trama parecen extravagantes. Pero para dar una idea del latigazo que provoca la obra, en un momento se están horneando galletas mientras se sirve ron con Coca-Cola, y al siguiente un set de manicura transforma la sesión de unión de las mujeres en una escena de horror de tragedia romana.
En la obra aparecen otros dos personajes: Julie (Julie Dretzin), la madre de Nora, que desaprobó su relación y se dedicó a predicar la Biblia, que vive con otra mujer, Ethel (Elissa Middleton), y que poco a poco va despertando a su sexualidad lésbica. Es bastante difícil explicar cómo se integra esta trama sin revelar secretos de la curiosa construcción de la comedia.
La fortaleza de Rosebrock como escritora reside en la particularidad psicológica de sus personajes. En “Dido de Idaho” no existe el comportamiento normal, lo que quiere decir que la excentricidad es la norma. La excentricidad puede descontrolarse, pero las interacciones de los personajes en cada momento tienen una veracidad caprichosa. (Esta última observación podría servir como descripción del estilo de la compañía teatral Echo).
Crystal, llena de encanto y vivacidad de un concurso de belleza, es como un personaje de Beth Henley al que se le añaden unas gotas de la ferocidad desquiciada de Martin McDonagh (la alegría radiante de DuPort aumenta la amenaza cómica). Con repeticiones de “Designing Women” de fondo en su relación emergente, Julie (Dretzin) y Ethel (Middleton) tienen la comodidad de un par de vaqueros usados (ambos actores están soberbios en escenas poco elaboradas). Michael (Earle) tiene un papel limitado, pero la impresión que deja es necesaria y perturbadora.
Lo que falta en “Dido de Idaho” es una sensación de inevitabilidad dramática. Hay una intencionalidad en la historia que no siempre es fácil de pasar por alto, aunque la puesta en escena fluida le da a los eventos un flujo natural. El diseño escénico de Amanda Knehans, que aprovecha al máximo la intimidad en el escenario, permite que la obra se desarrolle en el paisaje onírico de la mente de Nora.
Otra cosa es cómo te relacionas con el dilema psicológico de Nora. Me impacienté un poco con el regodeo en la autoabyección, pero Dietze habita con fuerza la psique dañada del personaje. Nora puede ser cómplice de su sufrimiento, pero eso no hace que el dolor que está experimentando sea menos real.
Es difícil construir una obra en torno al autodesprecio. El heroísmo de Nora, descubierto tímidamente sólo después de haber tocado fondo, reside en su negativa a seguir los pasos autodestructivos de Dido. ¿Podrá escapar de la trampa mitológica de la victimización femenina? En torno a esta cuestión, Rosebrock ha tejido una comedia que mezcla libremente risas, frustración, lágrimas y conmoción.
‘Dido de Idaho’
Dónde: Compañía de teatro Echo en Atwater Village Theatre, 3269 Casitas Ave., LA
Cuando: 20:00 horas viernes, sábados y lunes, 16:00 horas domingos. Finaliza el 26 de agosto.
Entradas: $34
Información: Compañía de teatro Echo o (747) 350-8066
Tiempo de ejecución: 1 hora, 40 minutos