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Opinión | Un doloroso debate no es prueba del declive de Estados Unidos

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Sin embargo, hay un profundo defecto en la historia que venden Rusia y China. La inquietante visión del debate presidencial estadounidense impulsó inmediatamente una amplia conversación política en Estados Unidos, del tipo que nunca sería posible en China o Rusia. Estas dos autocracias también están dirigidas por hombres de edad avanzada, pero a diferencia de Biden o Trump, están completamente aisladas de las críticas, no enfrentan oposición y muy bien pueden gobernar sus países hasta que mueran.

Putin y Xi, ambos de 71 años, pueden deleitarse con la avanzada edad de los principales candidatos presidenciales de Estados Unidos, pero ellos mismos se están acercando rápidamente a la vejez. La diferencia es que nadie sugerirá jamás abiertamente que deban hacerse a un lado. Se aferrarán al poder sin oposición, incluso si sus regímenes se estancan y se debilitan. La guerra criminal de Putin en Ucrania, que le ha costado a Rusia miles de millones de dólares y la ha hecho excesivamente dependiente de China, y las desastrosas políticas de Covid de Xi que socavaron la confianza empresarial y prolongaron la recuperación de China, son solo dos ejemplos recientes de su terrible liderazgo por el cual no han enfrentado repercusiones políticas internas significativas.

Los problemas de China y Rusia no terminan ahí. A diferencia de las democracias, que pueden imponer limitaciones a los poderes del ejecutivo en forma de límites de mandato, las autocracias, por supuesto, no lo hacen. Eso convierte a los líderes más jóvenes en una amenaza diferente pero igualmente peligrosa. Joseph Stalin tenía sólo 58 años en 1937 cuando desató sangrientas purgas, matando a cientos de miles de sus compatriotas. Mao Zedong de China inició su asesino Gran Salto Adelante en 1958, cuando tenía sólo 64 años. Cuando murieron, dejaron a sus naciones en una situación miserable que llevó años solucionar. Los soviéticos se encontraron en un pantano tan profundo a principios de la década de 1980 que su sistema resultó irreformable, lo que llevó a un colapso total en 1991. Los ciudadanos chinos sobrevivieron décadas de agitación política y malestar, sólo para encontrarse hoy bajo el control de otro autócrata envejecido.

Estados Unidos, por el contrario, hasta ahora ha logrado recuperarse de sus crisis más profundas. La lucha por los derechos civiles y las manifestaciones contra la guerra de los años 1960 generaron una intensa polarización en la sociedad estadounidense. Luego vino Watergate, con sus impactantes revelaciones de corrupción y conspiración en el corazón mismo del poder estadounidense. Los disparados precios del petróleo provocaron una recesión a mediados de la década de 1970, y la derrota estadounidense en Vietnam asestó un grave golpe al prestigio mundial de Estados Unidos, del que muchos pensaron que el país nunca se recuperaría.

En aquel momento, el Kremlin estaba cierto que el mundo iba por su camino y buscó extender el poder y la influencia a rincones remotos del mundo. Los soviéticos estaban demasiado interesados ​​en aprovechar los problemas de Estados Unidos publicitando las altas tasas de criminalidad y la rampante adicción a las drogas. En palabras de un documento del Politburó de 1971, la política soviética era desacreditar a Estados Unidos, “socavando así la posición de Estados Unidos como líder del mundo burgués”.

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