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Reseña de ‘Confesiones de un buen samaritano’: ¿Necesitas ese riñón?

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Reseña de ‘Confesiones de un buen samaritano’: ¿Necesitas ese riñón?
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Cuando la cineasta documentalista Penny Lane decidió donar un riñón a un desconocido (el punto dramático central de su nueva película, “Confesiones de un buen samaritano”), uno no puede evitar preguntarse si la idea de la película surgió primero o si fue un impulso altruista. Porque, en realidad, ¿quién hace eso?

Lane, uno de nuestros cineastas más curiosos y juguetones que se dedican a la teoría de que la verdad es más extraña que la ficción, acepta esa especulación, porque “Confesiones” trata tanto de los misterios de nuestros impulsos humanos como de la cirugía electiva y las raíces del altruismo. Con más de 100.000 personas que necesitan un riñón, hay una brecha que explorar entre un problema que obviamente tiene solución y el hecho de que la gente no esté precisamente derribando las puertas de los hospitales para dar un riñón que no necesita.

Se trata de un enigma que se presta a la poco convencional aproximación de Lane a la no ficción. Y al enfocarse en sí misma, después de centrarse en temas excéntricos que van desde un infame curandero (“¡Nuts!”) hasta la libertad religiosa (“Hail Satan?”) y el gusto musical polarizado (“Listening to Kenny G”), Lane demuestra ser una guía turística encantadoramente honesta en su propio viaje a otro rincón peculiar del mundo. A lo largo del camino incluye las voces de otros donantes y un puñado de profesionales atractivos (un cirujano de trasplantes animador, un profesor de neurociencia dedicado, un bioeticista bromista) que ofrecen una visión más amplia sobre la moralidad, las emociones y la historia de la donación de riñón.

En realidad, Lane nos dice al principio que su decisión de donar precedió a la decisión de filmar. Lo que lo hace creíble es el arco de investigación y autoanálisis del que somos testigos a lo largo de “Confesiones”. Al ver lo que pasa Lane, queda claro que este es un compromiso complicado para ella. En una de sus confesiones en pantalla, Lane, que se someterá a una cirugía dentro de una semana, admite que su ansiedad y desesperanza están alcanzando máximos históricos. Pero también escuchamos lo envalentonada que está por la lógica salvadora de todo esto, que está participando en la humanidad en su máxima expresión.

Y, sin embargo, como demuestra su análisis de la historia del procedimiento, la resistencia a la cirugía de trasplante ha existido desde el principio. Fue experimental (y considerada poco ética en la comunidad médica) durante mucho tiempo, hasta que fue segura entre gemelos, y luego segura entre personas no emparentadas con la ayuda de medicamentos inmunosupresores. Pero cuando las donaciones del “buen samaritano” se hicieron más conocidas (gracias a innumerables segmentos de noticias, repletos de pequeñas palabras de aliento), surgieron otras preguntas sobre cómo este acto de caridad encaja en nuestra sociedad en general. Puede que no te juzguen por conservar tus riñones mientras participas en todo tipo de comportamientos de riesgo, pero ¿no lo harían un gemelo sano con un hermano enfermo?

Si le preguntas a la abogada Sally Satel, que también aparece en la película, la respuesta obvia a todas estas espinosas preguntas es la compensación, por más controvertida que sea esa noción para muchos. (El nombre de la propuesta de Satel, que ocupa todo el libro, es “Cuando el altruismo no basta”). A medida que Lane avanza hacia una conclusión propia, sería un error ver “Confesiones de un buen samaritano”, con su seria curiosidad equilibrada por una peculiar partitura de theremin y comentarios humorísticos, como si Lane convirtiera su experiencia personal en una defensa pública. Ella es más cautelosa que eso, y prefiere un viaje desordenado, a veces humillante, a veces estimulante, como una historia digna en sí misma de los peligros y los placeres de la vecindad voluntaria y anónima. No parece fácil, pero sí parece increíblemente gratificante.

‘Confesiones de un buen samaritano’

Sin calificación

Tiempo de ejecución: 1 hora, 45 minutos

Jugando: Se estrena el 12 de julio en el Laemmle Monica Film Center, West Los Angeles

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