Nuestro mundo se encuentra en una coyuntura crítica. Los efectos devastadores del calentamiento global son cada vez más evidentes y la crisis se está profundizando. Para mitigarlo, debemos reducir urgentemente las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
No actuar ahora sólo aumentará el costo humano y económico.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) en Bakú, Azerbaiyán, presenta una oportunidad única para una acción colectiva eficaz. En medio de crecientes tensiones geopolíticas e incertidumbre global, la COP29 servirá como prueba del sistema multilateral del que depende la capacidad de la humanidad para responder a esta amenaza existencial.
Las bases para una acción coordinada se sentaron en Río de Janeiro en 1992 con la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que estableció la Conferencia de las Partes (COP) anual para promover soluciones basadas en el consenso. La filosofía era simple: dado que el cambio climático es un problema global, abordarlo requiere un enfoque colaborativo.
La CMNUCC fomenta la cooperación entre países más pequeños y superpotencias, permite que las organizaciones de la sociedad civil interactúen directamente con los gobiernos y facilita las transferencias transfronterizas de tecnología. Quizás lo más importante es que proporciona un marco para la acción colectiva en el que los esfuerzos de cada país alientan a otros a intensificar los suyos propios.
Si bien el Protocolo de Kioto de 1997 estableció objetivos vinculantes de reducción de emisiones para las economías desarrolladas, rápidamente quedó claro que se necesitaba más. En respuesta, los países desarrollados se comprometieron en 2009 a movilizar 100 mil millones de dólares anualmente de aquí a 2020 para apoyar las políticas climáticas de los países en desarrollo.
El acuerdo climático de París de 2015 marcó un punto de inflexión, al establecer el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5° Celsius por encima de los niveles preindustriales y garantizar que el aumento se mantenga muy por debajo de los 2°C. Para monitorear el progreso, el acuerdo estableció un sistema de contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) a través del cual cada país describe sus planes de reducción de emisiones. Las auditorías globales periódicas evalúan si los países están en camino de cumplir sus compromisos climáticos.
Lamentablemente, el primera auditoría globalpublicado antes de la COP28 del año pasado en Dubai, demostró que estamos lejos de cumplir estos objetivos climáticos. También ofreció una hoja de ruta integral, llamando a todos los países a comprometerse con NDC alineadas con el objetivo de 1,5°C y estableciendo pasos y cronogramas claros –incluida la transición para abandonar los combustibles fósiles– que podrían poner los objetivos del acuerdo de París al alcance de la mano.
La COP29 representa el siguiente paso para el enfoque multilateral, y se espera que los líderes acuerden un impulso significativo al objetivo de financiación climática de 100 mil millones de dólares, el llamado Nueva meta colectiva cuantificada (NCQG). Además, cada país debe presentar sus NDC actualizadas antes de febrero de 2025.
La transparencia es esencial para este proceso. Si los objetivos del acuerdo de París son el destino y las NDC son la hoja de ruta, el NCQG proporciona el combustible necesario para llegar allí. Es clave generar confianza en el compromiso de los países con una acción climática audaz y su voluntad de proporcionar el financiamiento necesario.
Como presidente de la COP29, Azerbaiyán insta a todos los países a presentar NDC alineadas con el objetivo de 1,5°C lo antes posible. También estamos haciendo todo lo posible para asegurar un nuevo objetivo justo y ambicioso de financiación climática que aborde las necesidades de los países en desarrollo y esté a la altura de la escala y urgencia de la crisis.
Quedarnos cortos nos obligaría a afrontar preguntas difíciles: ¿estamos dispuestos a aceptar el fracaso del acuerdo de París? ¿Y cuáles son las alternativas? Una cosa está clara: sin un plan de respaldo viable, debemos hacer todo lo posible para cumplir el objetivo de 1,5°C. Caminar sonámbulo hacia una catástrofe climática no es una opción.
Sin duda, el sistema multilateral tiene sus defectos. Pero sigue siendo el mejor marco para afrontar este enorme desafío. Durante tres décadas, ha fomentado una cooperación internacional duradera, una comprensión compartida de la ciencia y un fuerte consenso sobre los objetivos climáticos globales.
La alternativa al multilateralismo es una respuesta fragmentada, en la que los gobiernos persiguen sus propias agendas sin coordinación ni cooperación. Este enfoque significaría un progreso más lento, costos más altos y resultados menos equitativos. Sin un objetivo unificador, cualquier sentido de propósito compartido prácticamente desaparecería.
Consideremos, por ejemplo, el objetivo de la COP29 de finalizar las negociaciones sobre el artículo 6 del acuerdo de París, cuyo objetivo es estandarizar los mercados de carbono. Al canalizar recursos hacia los proyectos de mitigación más eficaces, este marco podría ahorrar $250 mil millones anualmente para 2030, un impulso sustancial en una era de recursos limitados.
Dadas las alternativas, no tenemos más remedio que hacer que el sistema actual funcione. La Presidencia de la COP29 no escatimará esfuerzos para lograr un consenso internacional. Con una agenda centrada en promover una acción climática transformadora, Azerbaiyán podría ayudar a salvar las divisiones geopolíticas. Pero nuestro éxito depende de la voluntad de los países de participar de manera constructiva y comprometerse con el proceso multilateral.
La ciencia es clara, los marcos para una acción coordinada están establecidos y el plan ha sido trazado. Ahora debemos encontrar la voluntad política para utilizar estas herramientas. La COP29 es nuestra oportunidad de demostrar que el multilateralismo puede funcionar.
Mukhtar Babayev, Presidente designado de la COP29, es Ministro de Ecología y Recursos Naturales de Azerbaiyán.
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