Simone Biles ya ganó los Juegos Olímpicos de Verano de 2024.
Lo cual no quiere decir que no estemos esperando con ansias verla en acción. La gimnasia es siempre una de las disciplinas más populares de los Juegos Olímpicos de verano y Biles es la gimnasta más condecorada del mundo. Millones de personas (incluyéndome a mí) están contando los días y reorganizando sus agendas para ver en vivo a Biles competir en las disciplinas que ha dominado durante tanto tiempo. Probablemente sea la mayor atracción de los Juegos y, si sus actuaciones en la competencia preolímpica son una indicación, será todo un espectáculo.
Pero incluso si no se va de París con el cuello cargado de oro, habrá ganado. Estaba a punto de escribir “simplemente por estar allí”, pero no es del todo correcto. Porque ella no está simplemente “allí”. Está allí en un momento en que el atletismo femenino se toma más en serio que nunca y el mundo está lidiando con lo que eso significa, lo que parece. Y ella ha sido una figura central en ese cambio radical.
Por supuesto, las mujeres en todos los deportes siguen luchando por la igualdad salarial. Y las recientes controversias sobre cómo Caitlin Clark y Angel Reese han sido tratadas en la cancha y en la prensa. ¿Clark siendo maltratado ¿Por parte de jugadoras más experimentadas de la WNBA? ¿La aceptación de Reese de los comentarios basura la hace menos modelo a seguir? — subrayan los diferentes estándares que enfrentan las mejores atletas femeninas, particularmente las de color, en comparación con sus contrapartes masculinas.
Aun así, muchas mujeres rechazan el estoicismo silencioso que el deporte ha equiparado durante mucho tiempo, y de manera peligrosa, con la grandeza, y se han vuelto cada vez más transparentes respecto de las realidades mentales y físicas del atletismo de élite. Serena Williams ha hablado abiertamente sobre el impacto que el parto y la maternidad tuvieron en su carrera; Naomi Osaka se retiró del Abierto de Francia en 2021, citando problemas de salud mental; Esquiadora campeona olímpica Lindsey vonn ha hablado abiertamente sobre sus luchas con la depresión. Maratonista olímpica Salpeter de Lonah Chemtai y esquiador alpino Mikaela Shiffrin Fueron noticia cuando hablaron de cómo sus ciclos menstruales afectan sus niveles de energía.
Biles es, en muchos sentidos, la personificación de esos cambios. Llega a estos Juegos Olímpicos como la heroína de una historia de recuperación que nos encanta llorar y aplaudir. Pero en entrevistas recientes y con su nueva serie documental, “Simone Biles Rising”, ha dejado claro que está más interesada en promover la concienciación sobre el trabajo mental y físico que implica convertirse en un atleta de élite que en provocar la emoción habitual de la victoria y la agonía de la derrota.
No es que no haya conocido ambas cosas. Hace tres años, Biles participó en los Juegos de Verano de Tokio como la mejor de todos los tiempos, favorita para llevarse a casa todo, o la mayor parte, del oro en gimnasia. En cambio, sufrió “los giros”, un término que las gimnastas usan para referirse a la repentina e inexplicable incapacidad de seguir el rastro de sus cuerpos mientras se mueven, veloz y peligrosamente, por el espacio. Como resultado, Biles se retiró de la mayoría de sus eventos, aunque ganó un bronce en la viga de equilibrio y formó parte de la medalla de plata del equipo estadounidense.
Su decisión fue apoyada por algunos, que la consideraron un paso valiente y positivo para la defensa de la salud mental, y criticada por otros, que acusaron a Biles de decepcionar a su equipo y renunciar a su lugar en la cima del deporte.
Biles se retiró de la gimnasia y comenzó a hacer terapia. Entre las muchas presiones a las que se enfrentó se encontraban los traumas dobles de haber sido abusada por el médico de la selección nacional de Estados Unidos, Larry Nassar, y luego convertirse en la abanderada del caso en su contra. Poco a poco, con el apoyo de su esposo, el safety suplente de los Chicago Bears, Jonathan Owens, su familia y sus entrenadores, comenzó a considerar otra candidatura a los Juegos Olímpicos.
Lo sé, como también sé que metió todos los recuerdos de esos días en Tokio en lo que ella llama su armario prohibido, porque lo documentó en “Simone Biles Rising”, una docuserie de cuatro partes para Netflix dirigida por Katie Walsh que tiene el coraje de empezar antes de que se conozca su final. Los dos primeros episodios se estrenaron a principios de este mes; los dos últimos presumiblemente cubrirán lo que sucede en París, para bien o para mal.
Los episodios previos a los Juegos Olímpicos son un intento notablemente lúcido de Biles y otros por explicar lo que sucedió en Tokio, cómo fue su vida después, cómo siguió adelante y qué espera que suceda después de decidir intentar competir en los Juegos Olímpicos de París y comenzar el entrenamiento que eso requerirá. Los dos siguientes, bueno, ¿quién sabe?
Es algo extraordinario grabar el regreso de uno sin saber cómo terminará. Pero Biles no es nada si no es extraordinaria.
Pocos de nosotros experimentaremos jamás algo remotamente parecido al momento de alta presión y alto perfil cuando Biles se retiró de las competencias de 2020. Pero hay una resonancia universal en su posterior disposición a evaluar desapasionadamente la realidad de la situación (no fue solo una mala semana o un problema aislado) para permitirse opciones, incluido el retiro, y luego esencialmente volver al principio para reconstruir su carrera.
Esa parece haber sido su intención. Ella entiende que hay valor en hacer el trabajo, ya sea que conduzca a una medalla de oro olímpica o a una vida más saludable. El fin no tiene por qué justificar los medios; los medios son donde se encuentra el verdadero oro.
Tradicionalmente, se supone que las historias de regreso terminan con, ya saben, un regreso, del tipo que implicaría a Biles de pie en un podio mientras miles de personas la aclaman. Y esto podría suceder muy bien. Como ha demostrado en múltiples competiciones previas a los Juegos Olímpicos, sigue siendo capaz de hazañas que pocos, si es que hay alguno, de sus pares pueden igualar. Y mentiría si no admitiera que quiero que Biles le meta unas cuantas medallas de oro en la cara a todos esos comentaristas deportivos y expertos que la llamaron débil, egoísta o menos que una campeona por reconocer sus limitaciones en un momento de crisis.
¿Pero quién sabe?
Tal como lo hace cuando se acerca al salto, a la barra o al tatami, Biles se lanza con todo su ser al vacío sin ninguna garantía de resultado.
Pero, pase lo que pase, ella nos ha mostrado, una vez más, cómo es la victoria.