“Me siento muy orgullosa de ella”, me dijo en la semana pasada, la profesora de antropología, profesora de antropología, que conoce a Sheinbaum durante años, me dijo en la Ciudad de México la semana pasada. “Ella es una luz en esta terrible situación que enfrentamos: Putin, Trump”.
Lamas dijo que había temido una reacción sexista contra Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México, pero seis meses después de su mandato, no hay señales de una. Sheinbaum fue elegido con casi el 60 por ciento de los votos. Hoy su índice de aprobación es superior al 80 por ciento. La semana pasada, a Bukele, a quien le gusta llamarse a sí mismo “el mejor dictador del mundo”, preguntó Grok, el chatbot Ai de Elon Musk, el nombre del líder más popular del planeta, evidentemente esperando que fuera él. Grok respondió: “Sheinbaum”.
Para aquellos de nosotros inmersos en la política de identidad estadounidense, puede ser difícil entender cómo una mujer como Sheinbaum vino a liderar el 11 ° país más popular del mundo. Sus padres, ambos de familias judías que huyeron de Europa, eran científicos que habían estado activos en el movimiento estudiantil izquierdista de la década de 1960. Cuando era niña, Sheinbaum se dedicaba a bailar ballet, una disciplina que todavía aparece en su elegante postura y en los muchos videos de redes sociales de ella haciendo bailes populares con sus electores. Ella investigó para su Ph.D. en ingeniería energética en UC Berkeley y compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 por su trabajo en el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
En resumen, es parte de la intelectualidad cosmopolita típicamente demonizada por los movimientos populistas. Pero como me dijeron una y otra vez en México, sus antecedentes enrarecidos significaban poco a la luz de su estrecha relación con López Obrador, a quien había trabajado además desde que era alcalde de la Ciudad de México hace 25 años, y cuyo populismo económico le valió la devoción duradera de muchos ciudadanos interrrovisados.
Como presidente, López Obrador con creces duplicó el salario mínimo y lo vinculó a la inflación para garantizar que los trabajadores no se queden atrás. Promulgó programas sociales amplios, incluidos estipendios para jóvenes que realizan capacitación laboral y, más importantes, transferencias de efectivo universales para los ancianos. De acuerdo a Al Consejo Nacional de México para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social, cinco millones de mexicanos escaparon de la pobreza durante los primeros cuatro años de su presidencia. (Sin embargo, la pobreza extrema aumentó en casi medio millón).